dc.description.abstract | En las últimas décadas, se ha dado un creciente interés en la comunidad científica mundial en investigar los cambios fisiológicos que acompañan al climaterio y los medicamentos que conforman la terapia de reemplazo hormonal (TRH), principalmente los estrógenos. Se han hecho inversiones cuantiosas para llevar a cabo los múltiples estudios sobre los efectos clínicos, beneficios y riesgos de estas hormonas, cuyos resultados muchas veces son contradictorios y no concluyentes (Notelovitz y Kanmaz, 1999),16 incluyendo el estudio prospectivo randomizado más reciente y extenso realizado hasta el momento actual (WHI, 2002), cuya naturaleza le confiere la mayor validez de todos.59 El auge que le han conferido al tema de la TRH la publicidad y las estrategias de mercadeo por parte de las compañías farmacéuticas, han logrado despertar el interés y la atención, tanto del cuerpo médico como del público en general. En momentos en que la esperanza de vida para las mujeres se acerca a los 80 años en el presente siglo, se hace necesario actuar de una manera influyente sobre el proceso de envejecer y sobre la muerte, para lograr un envejecimiento con la máxima calidad de vida y con un mínimo de enfermedad, sin que ello signifique hacer insostenibles los costos de los servicios de salud (Achío, 2001).22 Es así que hoy día, la terapia de reemplazo hormonal se ha convertido en un tema popular de discusión, en parte por el crecimiento cada vez mayor del grupo poblacional de mujeres postmenopáusicas, y en parte por la misma controversia que conlleva. De hecho, aún no existen criterios uniformes en relación al manejo de la TRH, con respecto a si se debe o no usarla, a quiénes se debe indicar, cuándo y por cuánto tiempo, y cuáles son los esquemas de tratamiento más apropiados. Una de las realidades preocupantes es que, dentro de este marco de incertidumbre médico-científica, se ha ido dejando de lado el análisis del criterio de decisión desde la perspectiva de las mismas mujeres postmenopáusicas, que contemple el consentimiento informado de las mismas, tomando en cuenta sus inquietudes, necesidades y temores. Muchas de estas brechas se han acentuado en los últimos años, sobre todo en nuestro medio, en que se ha despersonalizado la consulta médica, a tal punto de que generalmente no se toma en cuenta los deseos de la paciente. En efecto, uno de los aspectos dejados de lado es precisamente el conocer si el uso de la TRH mejora o no la calidad de vida de las mujeres postmenopáusicas, desde su propia perspectiva.1,2 Asimismo, las implicaciones económicas que significarían para las instituciones de salud brindar la TRH como parte de la consulta médica especializada de climaterio no ha sido evaluada de manera integral. El comprender la respuesta a ambas inquietudes nos permitiría incorporar a plenitud los conocimientos necesarios para proponer un protocolo de manejo que sea acorde con las demandas, necesidades y los recursos disponibles en nuestro medio. | es_MX |